La Palabra de Dios nos enseña a vivir con gratitud y contentamiento, tanto en los tiempos de abundancia como en los de necesidad. Esta no es una actitud natural, sino una disciplina espiritual que nace de una relación sincera con Dios. Cuando vivimos a la luz de lo eterno, aprendemos a valorar lo que tenemos hoy sin caer en la ansiedad por lo que no tenemos.
Uno de los pasajes más claros sobre este tema lo encontramos en la carta del apóstol Pablo a los Filipenses:
Estas palabras fueron escritas desde una prisión. Pablo no hablaba desde una teoría, sino desde la experiencia. Él había pasado por muchas pruebas y también por tiempos de bendición, pero en todo había aprendido a depender de Cristo.
El contentamiento es un mandamiento
La gratitud no es una emoción opcional para los días buenos. Es una actitud que honra a Dios y nos guarda del orgullo, la queja y la codicia. La Biblia nos llama a cultivar un corazón agradecido:
Dar gracias en todo no significa que todo nos agrade, sino que confiamos en que Dios tiene el control y trabaja en nuestras vidas aún en lo que no entendemos.
El peligro de amar lo pasajero
Una de las mayores distracciones de nuestra fe es el amor por las cosas del mundo. Vivimos en una cultura que nos impulsa a desear más, a correr detrás de metas superficiales, a comparar nuestras vidas con las de otros. Pero la Palabra de Dios es clara:
Muchas veces, sin darnos cuenta, cambiamos lo eterno por lo temporal. Nos enfocamos en tener, en lograr, en mostrar… y olvidamos que lo más valioso es ser conocidas por Dios.
Jesús mismo nos advierte sobre esto:
Esto nos recuerda que no basta con “hacer cosas para Dios”, sino que lo más importante es tener una relación viva con Él. Que Él nos conozca, que vivamos para su gloria, que nuestro corazón le pertenezca.
La verdadera riqueza
La Biblia nos muestra cuál debe ser nuestra verdadera riqueza:
No se trata de cuánto tenemos, sino de cuánto confiamos en Dios. La piedad —una vida que agrada a Dios— acompañada de contentamiento es un gran tesoro.
Cuando el Señor es nuestra porción, tenemos todo lo que necesitamos.
como conclusión podemos decir que, vivir en lo poco y en lo mucho es posible cuando nuestro corazón está arraigado en Cristo. Él nos fortalece para vivir con gratitud, para confiar en su provisión diaria y para desear lo eterno por encima de lo pasajero.
Que podamos pedirle al Señor un corazón agradecido, humilde y contento en toda circunstancia. Porque nuestra verdadera seguridad no está en lo que tenemos, sino en Aquel que nos sostiene.
¡ Te esperemos en el próximo post!
¡Dios te bendiga!