A veces caminamos por la vida con una carga en el corazón: culpas del pasado, luchas presentes o temores que nos paralizan. Nos preguntamos si realmente Dios está con nosotras en medio de tanto ruido, tantas batallas y tantas caídas. Y es entonces cuando Romanos 8 se convierte en un refugio para el alma. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos 8:1, RVR1960) Este capítulo comienza con una verdad transformadora: en Cristo ya no hay condenación. Si hemos creído en Él, somos libres. Qué alivio saber que no vivimos bajo la culpa, sino bajo la gracia. Romanos 8 nos muestra que el Espíritu de Dios habita en nosotras. Él nos da vida, nos guía, nos fortalece y hasta intercede por nosotras cuando no sabemos qué orar. No estamos desamparadas en este camino. “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” (Romanos 8:16, RVR1960) Y si somos hijas, también ...