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Cómo evangelizar a los que nos rodean

mujer leyendo la biblia

En esta entrada del blog vamos a conocer la historia de la reina de Sabá y su visita al rey Salomón. Veremos cómo una vida guiada por Dios puede impactar a otros sin necesidad de palabras, y cómo ese testimonio puede multiplicarse y llegar mucho más lejos de lo que imaginamos.

Hay personas que predican sin levantar la voz. No necesitan discursos ni plataformas. Su vida, guiada por Dios, habla por sí sola.

Así fue el encuentro entre la reinade Sabá y el rey Salomón. Ella gobernaba un reino rico y poderoso en el sur de Arabia, una región conocida por su comercio de especias, oro e incienso. Su pueblo era culto y religioso, pero adoraba a muchos dioses.

Un día, escuchó hablar de la fama de Salomón, especialmente de su sabiduría y justicia al gobernar, y de cómo su nombre estaba relacionado con el Dios de Israel.

Leemos en 1 Reyes 10:1: “Oyendo la reina de Sabá la fama que Salomón había alcanzado por el nombre de Jehová, vino a probarle con preguntas difíciles.”

Eso despertó su interés. ¿Qué tenía de especial ese rey que gobernaba con tanta sabiduría? Sintió curiosidad, preparó una gran caravana con regalos costosos y emprendió un largo viaje para conocerlo.

Cuando llegó, le hizo muchas preguntas difíciles, y Salomón le respondió con sabiduría.

Leemos en 1 Reyes 10:3: “Y Salomón le contestó todas sus preguntas, y nada hubo que el rey no le contestase.”

Pero lo que más la impactó fue todo lo que rodeaba su forma de vivir y gobernar: la organización de su casa, la conducta de sus siervos, la comida de su mesa, la ropa, y sobre todo, los sacrificios que ofrecía al Señor.

Leemos en 1 Reyes 10:4-5: “Y cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón, y la casa que había edificado, asimismo la comida de su mesa, las habitaciones de sus oficiales, el estado y los vestidos de los que le servían, sus maestresalas, y sus holocaustos que ofrecía en la casa de Jehová, se quedó asombrada.”

Salomón no le predicó con palabras. Le mostró con su vida quién era el centro de todo: el Señor.

La reina quedó tan impresionada que reconoció públicamente que la sabiduría de Salomón venía de Dios.

Leemos en 1 Reyes 10:6-7: “Entonces dijo al rey: Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría. Pero yo no lo creía hasta que he venido, y mis ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad.”

Aunque la Biblia no cuenta qué pasó cuando regresó a su país, es muy probable que haya compartido lo que vivió. Y así, su testimonio pudo haber alcanzado a otros. Esa es la fuerza de una vida que refleja a Dios.

A veces sentimos que no sabemos predicar o que no tenemos las palabras adecuadas. Pero nuestra manera de vivir, de criar, de trabajar, de amar y de buscar a Dios puede hablar mucho más fuerte que cualquier sermón.

Como Salomón, cuando ponemos a Dios en el centro de nuestro hogar, otros pueden ver su gloria, aunque no digamos una sola palabra.

No subestimes lo que Dios puede hacer a través de tu testimonio. Tal vez alguien te está observando. Tal vez alguien está buscando. Y puede ser que tu forma de vivir lo acerque a Dios sin que lo sepas.

Preguntas para reflexionar:

¿Estoy dejando que mi manera de vivir predique? ¿Refleja mi vida la sabiduría y el amor de Dios?

Guía de oración:

Pidámosle al Señor que nos ayude a vivir de tal manera que, sin decir una palabra, otros puedan reconocerlo a Él.

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¡Dios te bendiga!

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