Hoy queremos compartir un tema que a veces puede resultar incómodo, pero cuando lo miramos con calma y a la luz de la Palabra, descubrimos que es un llamado lleno de amor, sabiduría y propósito para nosotras como esposas cristianas.
Un modelo de amor y unidad
En Efesios 5:22-24 leemos:
“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor;
porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia,
la cual es su cuerpo, y Él es su Salvador.
Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo,
así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.”
Este pasaje puede generar resistencia, pero no se trata de obediencia ciega ni de desigualdad.
Dios nos muestra un modelo de unidad, donde cada uno cumple un rol diferente pero igualmente valioso.
Así como la iglesia confía en Cristo, estamos llamadas a caminar junto a nuestro esposo, apoyándolo y buscando la paz en nuestro hogar.
Enseñar con el ejemplo
En Tito 2:3-5 hallamos:
“Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte;
no calumniadoras, no esclavas del vino,
maestras del bien;
que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos,
a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas,
sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.”
El amor al esposo no es solo un sentimiento; es una elección diaria.
Cuando decidimos cuidar, respetar y edificar, honramos la Palabra con nuestra vida.
Cuando él no comparte la fe
En ocasiones nuestro esposo no comparte nuestra fe.
La Biblia nos ofrece una guía llena de sabiduría.
1 Pedro 3:1-2 dice:
“Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos;
para que también los que no creen a la palabra
sean ganados sin palabra,
por la conducta de sus esposas,
considerando vuestra conducta casta y respetuosa.”
Nuestro testimonio puede hablar más que cualquier discurso.
Una actitud respetuosa y pacífica puede ser una herramienta poderosa en manos de Dios.
Una presencia que bendice
1 Corintios 7:13-14 recuerda:
“Y si una mujer tiene marido que no sea creyente,
y él consiente en vivir con ella, no lo abandone.
Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer...”
Aunque nuestro esposo no comparta nuestra fe, nuestra vida puede ser un canal de bendición y luz en el hogar; no desde la superioridad, sino desde el amor.
Todo dentro del marco de Dios
Colosenses 3:18 afirma:
“Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor.”
Esto significa que todo debe darse en un ambiente de amor, respeto y justicia.
Nunca dentro del abuso ni del pecado.
Dios nos llama a actuar con sabiduría, gracia y equilibrio.
Vivir en paz
Romanos 12:18 añade:
“Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.”
Y esa paz comienza en casa.
Perdonar, comprender, dialogar…
Con la ayuda del Señor, podemos elegir caminos de paz, incluso cuando no recibimos lo mismo a cambio.
Reflejar el carácter de Cristo
Todos estos pasajes nos animan a mostrar el fruto del Espíritu:
amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio (Gálatas 5:22-23).
No estamos solas en este llamado: Dios nos fortalece cada día.
Para tu tiempo con Dios
Te invitamos a tomar un momento de oración y hablar con el Señor sobre este tema.
Con tus propias palabras, podrías expresar algo como:
“Señor, deseo vivir mi rol de esposa conforme a tu Palabra.
Quiero honrarte con mi actitud, mis palabras y mis decisiones.
Dame sabiduría para acompañar, edificar y sembrar paz en mi hogar.
Que mi vida hable de ti, incluso en silencio.”
Gracias por acompañarnos en este espacio.
Que Dios te bendiga y te guíe cada día en tu caminar.