Mirarme en el Espejo de la Palabra “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra, pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.” — Santiago 1:22–24 (RVR1960) Cada mañana me miro al espejo. Arreglo mi cabello, ajusto la ropa, tal vez corrijo alguna imperfección. Pero, ¿Qué pasaría si después de verme simplemente lo olvidara todo y saliera sin atender nada? Sería absurdo, ¿verdad? Eso mismo ilustra Santiago cuando habla de la Palabra de Dios. Escucharla sin ponerla en práctica es como mirarme en un espejo y olvidar lo que vi. La Palabra revela quién soy realmente: mis fortalezas, mis debilidades, las áreas que necesitan transformación. Pero si no actúo sobre lo que Dios me muestra, me estoy engañando a mí misma. El verdadero cambio no ocurre solo al escuchar un sermón, lee...